Lugar de convivencia bulliciosa, festiva, jaranera, follonera y desordenada. La expresión se acuñó en el Madrid castizo del siglo XIX y se reflejó en la literatura, música y pintura del momento; aquí existió una corrala así en la calle Barquillo de la zona centro con más de 70 familias en constantes alborotos, fiestas, riñas y conflictos con los propietarios y entre sí. El primer literato que recogió la expresión fue Don Ramón de la Cruz en un sainete de 1843 titulado La Petra y la Juana o el casero prudente o la casa de tócame Roque.
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