f. Enfermedad debida a un trastorno del metabolismo del ácido úrico, que se manifiesta en forma de brotes agudos de inflamación articular y que, en su evolución crónica, puede desencadenar artropatía deformante, afectación renal y alteraciones cardiovasculares. Los pacientes afectos de gota presentan invariablemente una concentración anormalmente elevada de ácido úrico en la sangre (hiperuricemia), de manera que, en determinadas condiciones, este ácido cristaliza y se deposita en las articulaciones (desencadenando una reacción inflamatoria) o en otras partes del cuerpo. Las causas de la hiperuricemia son esencialmente dos: un exceso de substrato y un de-
fecto de metabolización. Así, los enfermos gotosos acostumbran a presentar una disfunción metabólica, a menudo de carácter hereditario, y unos hábitos alimentarios favorecedores, como, por ejemplo, dieta rica en productos cárnicos y hábito de beber alcohol. Sin embargo, en otras ocasiones la gota es secundaria a una intoxicación por plomo o a enfermedades malignas proliferativas (como leucemias o linfomas). La gota suele presentarse en la edad adulta, afectando en mayor proporción al sexo masculino. La enfermedad se manifiesta, por primera vez, en forma de ataque gotoso agudo, preferentemente por la noche, de manera que el paciente se despierta aquejado de un dolor extraordinariamente intenso en una articulación (la más frecuentemente afectada es la metatarsofalángica de uno de los dedos gordos de los pies); tan intenso es el dolor que no puede soportar ni siquiera el roce de las sábanas con dicha zona, aunque suele ceder a la madrugada. Otras articulaciones frecuentemente implicadas son el tobillo, la rodilla (en el primer ataque), y también la muñeca y el codo (en otros accesos). Se implica frecuentemente como factor desencadenante de las crisis agudas de gota las comidas ricas en parénquimas (hígado, riñón, piezas de caza). El acceso puede reproducirse varias noches consecutivas para después desaparecer característicamente durante un largo período de tiempo. Las crisis, en otros casos, se muestran como un dolor menos intenso pero más persistente, localizado en las articulaciones, músculos o tendones, con exacerbaciones de mayor intensidad de dolor. Esta enfermedad evoluciona hacia la cronicidad de manera que suelen aparecer lesiones más o menos graves de las articulaciones afectas (deformidades, hinchazones, subluxaciones, anquilosis, etc.) y además presentarse una lesión característica de es- 
Tofos gotosos localizados en un dedo.
ta enfermedad: el tofo gotoso, acumulaciones de urato monosódico en diversas partes del cuerpo (zonas situadas alrededor de las articulaciones, pabellón de la oreja) en forma de nódulos blanquecinos de hasta medio centímetro de tamaño, sin signos inflamatorios ni dolorosos. Además, es frecuente la afectación de órganos importantes: los riñones pueden padecer los efectos de la hiperuricemia en forma de depósitos intersticiales de los correspondientes cristales, litiasis tubular, complicaciones infecciosas, etc.; otra complicación evolutiva posible es la insuficiencia cardíaca. Para el diagnóstico de la enfermedad, suele ser suficiente con el cuadro clínico, el contexto y la evolución. La determinación de los niveles en la sangre de ácido úrico muestra su sobreconcentración (los niveles normales son de 2,5 a 7 mg/dl en el hombre, y de 1,5 a 6 mg/dl en la mujer). En ocasiones, la hiperuricemia es secundaria a otras enfermedades: policitemia vera, leucosis mieloide crónica, leucemia aguda, mieloma múltiple, linfomas tratados con radioterapia, etc. En algunos casos la insuficiencia renal es la responsable del proceso; también determinados fármacos diuréticos y los salicitatos favorecen la precipitación del cuadro. El tratamiento debe tener en cuenta la causa, especialmente en el caso de las formas secundarias a otras enfermedades; pero el tratamiento de la crisis gotosa aguda exige mantener reposo absoluto de la articulación aíecta y el uso de analgésicos y antiinflamatorios potentes.
