f. Proceso inflamatorio del pericardio'.
En los primeros momentos de cualquier pericarditis, los elementos básicos del diagnóstico son el dolor, el roce pericárdico y los signos electrocardiográficos. En fases posteriores sobresalen los signos del derrame pericárdico o de la constricción pericárdica. Las pericarditis pueden ser agudas o crónicas. Las pericarditis agudas pueden ser: secas (sin derrame de líquido en la cavidad pleural; con deposición de fibrina [constituyente del coágulo sanguíneo] densa) o exudativas (con derrame). Las pericarditis crónicas pueden ser: adhesivas (con la simple adhesión cicatricial de las dos hojas pericárdicas) o constrictivas, es decir, con formación de cicatrices densas y rígidas que obstaculizan gravemente la mecánica cardíaca. Las causas de una pericarditis son múltiples: tuberculosis, reumatismo, infecciones por gérmenes o por virus, infarto de miocardio, tumores, etc. Las pericarditis, en general, requieren una serie de medidas de urgencia cuyo cumplimiento es de suma importancia. La primera consiste en calmar el dolor (analgésicos). En particular, en el síndrome de taponamiento pericárdico es urgente practicar la pericardiocentesis (punción pericárdica).