Es un término digno para las prostitutas y el camino abierto para su reconocimiento oficial y su cotización a la seguridad social. La prostitución, aunque no sea recomendable, moralmente es legítima, como cualquier actividad humana, con la condición de que sea libre y sin daño para nadie. Hablo de la moral racional, no de la moral cristiana tradicional que ve siempre en lo sexual algo negativo.