dedo
decusación
¿ dedo en bayoneta: deformación propia de los hemipléjicos afectos de contractura con flexión del miembro superior. (Las terceras falanges del índice y del medio están en flexión palmar, las segundas en hiperextensión con sublu-xación y las primeras en flexión.)
¿ dedos hipocráticos, en palillo de tambor: deformación de los dedos observada particularmente en las supuraciones pulmonares prolongadas, la tuberculosis pulmonar crónica y en las afecciones cardiovasculares cianógenas, ame-biasis, poliposis intestinal, etc. (Consiste en un ensanchamiento del pulpejo de la última falange y una incurvación de las uñas hacia la cara palmar, lo que proporciona a los dedos la forma típica de un palillo de tambor.)
¿ dedo en martillo o en cuello de cisne: deformación del segundo dedo del pie, que se encuentra comprimido entre el primero y el tercero. (Se caracteriza por la extensión de la primera falange, flexión de la segunda y extensión de la tercera. La predisposición congénita se ve agravada por el uso de zapatos excesivamente cortos o con tacón muy alto.)
¿ dedo muerto: embotamiento doloroso de los dedos con hormigueos y calambres, a menudo acompañado de insensibilidad y palidez de sus extremidades. (Es un trastorno vasomotor.)
dedo m. Cada una de las cinco prolongaciones en que termina la mano y el pie.
Los dedos de la mano constituyen el aparato prensil de la extremidad superior y tienen un esqueleto formado por tres segmentos o falanges para los dedos segundo, tercero, cuarto y quinto y sólo por dos para el pulgar. Suele llamarse falange a la falange proximal, falan-gina a la media y falangeta a la dis-tal. La cara volar de las falanges es cóncava de delante atrás y presenta rugosidades laterales, donde se insertan las vainas fibrosas para los tendones de los músculos flexores de los dedos. Su cara dorsal es convexa y sobre ella pasan los tendones de los músculos extensores de los dedos. La extremidad proximal de las primeras falanges forma un casquete esférico cóncavo destinado a articularse con la cabeza de los metacarpianos. El extremo proximal de las tres falanges posee lateralmente dos pequeñas eminencias óseas, y el extremo distal de las falanges y falanginas, dos pequeñas depresiones; entre las eminencias y depresiones se extienden los ligamentos laterales de estas articulaciones. El extremo distal de las falangetas es libre y redondeado, siendo liso dorsalmen-te, donde corresponde a la uña, y rugoso ventralmente, en la porción del pulpejo. Además de las articulaciones metacarpofalángicas e interfalángicas de los cinco dedos, adquiere especial interés la articulación carpometacarpiana del pulgar, que es la articulación «por encaje recíproco» o «en silla de montar» más típica del cuerpo humano, de la que depende la gran movilidad de este dedo, que ve así aumentada la longitud de su brazo de palanca y la extensión que puede recorrer su extremo libre. Voluntariamente no podemos realizar movimientos de rotación alrededor del eje de las primeras falanges; sólo son posibles movimientos de flexión, de extensión, de abducción y de aducción. En los dedos terminan 36 músculos: en el pulgar se insertan 8; en el meñique, 9; en el índice, 7, y en el anular y medio, 6. Las falanges de los dedos del pie son muy parecidas a las de la mano, pero más rudimentarias. Los cuatro dedos tri-falángicos, sobre todo el quinto, están en vías de regresión, mientras que el primero (dedo gordo) muestra un desarrollo progresivo. Por ello, en la mayoría de los casos es el dedo grueso el más largo del pie, a pesar de poseer sólo dos falanges, y los demás van disminuyendo de dentro afuera. ín el 10% de los casos es el segundo dedo el más largo del pie, y casi en la mitad de los individuos se encuentran soldadas las falanges media y distal del quinto dedo. Morfológicamente, los dedos del pie son comparables a los de la mano; en el dedo grueso, la cabeza articular muestra un desarrollo mayor y se caracteriza por la existencia constante de dos grandes sesamoideos en su cara plantar. Su importancia es obvia por el hecho de que, en la marcha, el pie que abandona el suelo bascula exclusivamente en esta articulación, siendo el dedo grueso el último en perder el contacto con el mismo. Aunque los movimientos de abducción y aducción de los dedos del pie son normalmente muy escasos, en esencia son iguales a los de la mano. No obstante, nunca pueden darse movimientos de oposición del dedo grueso, dado que faltan las condiciones anatómicas indispensables. Desde el punto de vista patológico, cabe considerar diversas lesiones de origen traumático (amputaciones, anquilosis, cicatrices retráctiles, sinequias), lesiones ungueales, panadizos, etc., así como numerosas malformaciones congénitas (hipofalangia, hiperfa-langia y polifalangia; braquidacti-lia, hipodactilia y polidactilia; sin-dactilia, etc.). A veces, son objeto de manifestaciones de enfermedades generales, como es el caso de los dedos hipocráticos o en palillo de tambor de pacientes afectos de una grave insuficiencia respiratoria crónica, el panadizo de Osler de personas afectas de estenosis mi-tral, etc.
