m. Siembra de un medio de cultivo bacteriano con una pequeña cantidad de sangre extraída de un individuo afectado por una enfermedad infecciosa. El hemocultivo es un método importantísimo para el diagnóstico de las infecciones. En aquellas en que es factible, su positividad supone la confirmación absoluta del diagnóstico; pero los resultados negativos tienen un considerable margen de error, ya por defecto de los medios empleados, ya por la escasa cantidad de sangre sembrada, ya por no haber sido tomada ésta en el momento oportuno o porque los gérmenes no circulan siempre en la misma cantidad ni, probablemente, en las mismas condiciones de vitalidad. En general, se necesita realizar la punción venosa en los momentos de máxima hipertemia y sembrar una cantidad abundante de sangre. Las enfermedades en que se emplea con mayor eficacia práctica el hemocultivo son: las fiebres tifoideas y paratifoideas, la fiebre de Malta, la fiebre del aborto (Bang). la espiroquetosis o leptospirosis icterohemorrágica, las septicemias, la peste bubónica, la tuberculosis y la meningitis cerebrospinal.