f. Exceso de sangre en los vasos de un órgano o de una determinada región del cuerpo. Se distinguen dos tipos de hiperemia: activa y pasiva. La hiperemia activa se origina por un aumento de la velocidad de circulación, que se traduce en un aumento del flujo sanguíneo; las causas pueden ser nerviosas, mecánicas, físicas, químicas o de origen infeccioso. La región afectada adquiere un color rojo, que a nivel cutáneo constituye lo que se denomina eritema. La hiperemia pasiva se debe, en cambio, a una disminución de la velocidad de circulación, que se traduce en una acumulación de sangre cuyo flujo queda obstaculizado; la región afectada adquiere un color azulado (cianosis). Esta segunda forma también recibe el nombre de estasis sangufnea o también congestión venosa.
- hiperemia conjuntlval: aquella que afecta principalmente a la conjuntiva palpebral, que aparece intensamente roja, ligeramente tumefacta, con poca secreción, con sensación de sequedad o de arenilla, con lagrimeo y fotofobia. (Puede ser fugaz o crónica, transformándose entonces fácilmente en conjuntivitis.)
- hiperemia pleuropulmonar: afección caracterizada por un conjunto de signos semejantes a los del comienzo de la neumonía franca aguda, pero que no presentan una evolución cíclica y conducen a la curación en el espacio de tres a cinco días. (Anatómicamente ha sido relacionada con una congestión aguda del pulmón.) [Sin. ENFERME· DAD DE WOILLEZ; CONGESTiÓN PLEURO· PULMONAR; CONGESTiÓN PULMONAR NEUMÓNICA.]
- hiperemia prostética: fase inicial de la inflamación de la próstata, que precede a la prostatitis. (Los síntomas son: polaquiuria [secreción anormalmente frecuente de orina) junto con una retención urinaria moderada o intensa y típicas molestias perineales y rectales.)
