f. Proceso inflamatorio que afecta al tejido renal.
Existen muy diversas entidades agrupables bajo el concepto de nefritis. la más clara distinción se establece según se afecte la primera región de la nefrona, el glomérulo -glomerulonefritis·-, o bien el intersticio que rodea a los túbulos -nefritis intersticial-. Sin embargo, esta clasificación es un poco artificial pues se puede pasar fácilmente de una situación a otra en el proceso evolutivo de la enfermedad. las causas más frecuentes de las glomerulonefritis son los trastornos inmunológicos (v. INMUNIDAD; IN· MUNIZAClÓN), especialmente el que se origina en ocasiones posteriormente a una infección por estreptococos" betahemolíticos del grupo A de lancefield. las nefritis intersticiales son las formas inflamatorias más frecuentes del parénquima renal. La inflamación, originariamente intersticial, puede propagarse a los vasos sanguíneos, o a los túbulos renales o incluso a los glomérulos. Así como las glomerulonefritis, tal como se ha comentado, suelen ser debidas a la acción de anticuerpos o de inmunocomplejos, las nefritis intersticiales suelen ser causadas por agentes infecciosos: bacterias (estreptococos, estafilococos, Escherichia coli, etc.) o de sus toxinas (toxina diftérica), Rickettsias o virus (de la viruela, del sarampión), si bien se pueden atribuir gran número de ellas a la acción tóxica de numerosos fármacos (sulfamidas, antiinflamatorios, aminoglucósidos, etc.). El agente desencadenante de la nefritis intersticial puede llegar al riñón a través del torrente sanguíneo o, de forma ascendente, por las vías urinarias a partir de una infección urinaria. Esta última forma es la más frecuente y se conoce por pielonefritis debido a que los gérmenes llegan a través de la pelvis renal. A la pielonefritis se asocian a menudo procesos obstructivos de las vías urinarias, sobre todo por cálculos que dificultan el desagüe de la orina, favoreciendo la proliferación de gérmenes (frecuentemente Escherichia coli, Proteus, Pseudomonas, etc.) en su interior; la llegada de estos gérmenes al riñón se explica por un simple proceso de continuidad. En la primera infancia, las pielonefritis suelen manifestar una patogenia diferente a la litiasis renal: malformaciones congénitas de las vías urinarias; y en la vejez, en varones, suelen deberse a fenómenos obstructivos por crecimiento prostático (v. PRÓSTATA). Clínicamente, se presentan en la fase aguda en forma de cuadros más o menos graves de fiebre, escalofríos, mal estado general, dolor lumbar y disuria (dolor al miccionar). El examen de orina demuestra la presencia de leucocitos (leucocituria). y su cultivo la presencia de colonias de los gérmenes patógenos responsables de la infección. las formas crónicas, más evolucionadas, se muestran con un número mayor de manifestaciones clínicas; oliguria, edemas, hipertensión arterial y frecuente afectación de varios órganos y sistemas: osteopatía, cardiopatía hipertensiva, encefalopatía urémica, ulcus gastroduodenal, etc. Mientras que para el tratamiento de las formas agudas suele ser suficiente la antibioterapia, las formas crónicas requieren terapéuticas complejas que, en último término, pueden lIegar a la indicación de diálisis o de trasplante renal. Las nefritis hematógenas se clasifican, según su evolución, en agudas y crónicas. Entre las primeras destacan las producidas por reacciones inmunoalérgicas (generalmente causadas por fármacos), las producidas por toxicidad renal directa y las infecciosas. Suelen presentarse con hematuria (sangre en la orina), proteinuria y dolores lumbares y, en principio, tienen buen pronóstico. Entre las formas crónicas, con un cuadro clínico semejante al de las pielonefritis crónicas, destacan las producidas por abuso en la ingesta de analgésicos (del tipo de la fenacetina sobre todo), las secundarias a trastornos metabólicos (hiperuricemia, hipercalcemia) y las secundarias a enfermedades de la circulación sanguínea (como la enfermedad de SjDgren), a trasplante renal y a radiaciones ionizantes.
