También Cucufate, Cucufat, Cugat en catalán, del latín tardío cucufa, capucha, capucho, capuchón, gorro que probablemente llevaba un monje tunecino que evangelizó en el siglo III la zona barcelonesa de San Cugat del Vallés, martirizado y enterrado en lo que fue a partir del siglo IX el Monasterio románico de San Cugat, de gran hermosura arquitectónica como otros muchos de esta zona. La tradición popular española ha convertido a este santo como a San Antonio en un antídoto de las pérdidas de objetos con esta fórmula tonta y poco devota: San Cucufato, San Cucufato, por los cojones te ato y si no lo encuentro, no te desato.