Shirley es un nombre de origen celta, seguramente toponímico ya que significa "brillante, claro, soleado" refiriéndose a un prado, a un pastizal. Por eso en un principio fue masculino y también un apellido, pero a partir de la novela Shirley (Charlotte Brontë, 1849) donde la protagonista tenía ese nombre, se comenzó a usar como femenino.
"Tampoco tuve una novia ni un novio de nombre Shirley."