Y también Amaya son nombres propios femeninos cántabros y vascos de origen indoeuropeo (amma: madre), convertidos también en topónimos como acredita la Peña Amaya, situada en Cantabria a casi 1400 de altitud, mazizo en el que se se edificó una ciudad homónima, mencionada en el siglo I en el itinerario de Barro como una estación de la calzada de los Blendios, que unía Legio VII Gémina (León) con Portus Blendium (Suances), localidad costera cántabra de unos 5.000 habitantes eminentemente turística.