El odio es siempre un sentimiento de aversión y desprecio profundos, como el que sentían los cristianos en la Edad Media hacia los musulmanes a los que llamaban sarracenos, del griego sarakenos, habitante del desierto, sobre todo porque habían invadido la península y conquistado la Tierra Santa.
"El odio sarraceno deberíamos olvidarlo y dejarlo simplemente en odio"